Es imposible separarnos del contexto histórico al analizar esta caricatura animada (1949).
En su inexorable propósito de promover el modelo capitalista industrial de Estados Unidos, su narrador se detiene de forma interactiva en Joe (average Joe), trabajador promedio, cuya calidad de vida destacaría entre otros trabajadores del mundo, debido no solo al valor significativamente más alto de su mano de obra, sino que a la vez, le daba continuidad a dicho modelo, basado fundamentalmente en la producción y adquisición de bienes de consumo.

El Capitalismo y la Racionalidad Instrumental

El modelo capitalista tiene sus cimientos en la perpetuación de la lógica mercantil o la mercantilización, que suponía estados poderosos en base a economías acumuladoras de riquezas (metales preciosos como el oro y la plata, durante los siglos XVI, XVII y XVIII), y cuyo apogeo se une, pensando en Occidente, con el potencial racionalizador de la religión.

Max Weber en su libro La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo (1905) se refiere a una recia ascesis intramundana, cuya organización de la vida, hábitos e ideas, se tradujeron en un férreo hacer en este mundo bajo una ética del trabajo y en la maximización de sus beneficios económicos, bajo la eficiencia (los mejores medios para determinados fines). Si bien no de forma estrictamente directa, aclara Weber, esto a la larga generalizaría una compatibilización de la vida del espíritu con la mundana, apareciendo el ahorro y/o la acumulación de riqueza como señales de predestinación para la salvación. 

[¿Y el medio ambiente en todo esto?]

Para la época, la naturaleza había estado siempre a disposición del ser humano, debido precisamente a un paradigma en que lo que impera en las empresas es la maximización de las utilidades, sin tomar en cuenta el real costo que tiene producir un determinado bien.

Una concientización universal de la naturaleza y el medio ambiente aparece recién hace 16 años atrás con lo expuesto por Al Gore bajo el concepto de calentamiento global. Concepto que muchos de los que pretenden hoy continuar en el paradigma acumulador de riqueza y maximizador de utilidades, seguirán ignorando. 


 

Por Pablo Münez